sábado, 31 de octubre de 2015

Las masculinidades y las desigualdades de género

Las masculinidades y las desigualdades de género

igualdad
Nuestra cultura de dominación masculina da cuenta de la prevalencia de obstáculos estructurales que se resisten al comportamiento igualitario entre hombres y mujeres. El modelo imperante, basado en la construcción y perpetuación de la subjetividad masculina hegemónica, que incluye el ejercicio de la violencia hacia las mujeres, dificulta la transformación de las masculinidades en pos de una sociedad igualitaria.
Los estudios sobre la construcción de la subjetividad masculina y de las formas de mantenimiento del statu quo de género contribuyen a un mejor entendimiento sobre la resistencia masculina a un nuevo orden social y abren el horizonte a la identificación de prácticas que pueden ser exitosas en el logro de transformaciones reales y concretas del sistema sexo/género.
La subjetividad masculina esta íntimamente relacionada a la superioridad de los varones sobre las mujeres, a su autosuficiencia y a su diferenciación del género femenino de manera jerárquica y dominante. Esto se debe a factores estructurantes que el poder patriarcal ha naturalizado como mitos y ha adjudicado a los varones, entre ellos, la autoridad sobre las mujeres, el derecho a decidir sobre ellas, tener un lugar privilegiado y gozar de más derechos.
Pertenecer al grupo dominante, poseer una fuerte autoestima, concebir a la igualdad como amenaza a la subjetividad masculina son algunos de los factores relacionados con la identidad y posición de los varones en la sociedad que tienden a alejarlos del comportamiento igualitario con las mujeres.
Algunas estrategias de dominación que utilizan los varones para mantener la desigualdad son los micromachismos, maneras cotidianas casi imperceptibles que emplean sutilmente los varones para imponer su dominación y las descalificaciones entre varones que se realizan en contra de aquellos varones que desafían las prácticas de la esencia masculina y que generan aislamiento y acusaciones desmoralizadoras que pretenden alejar a los varones de la causa igualitaria.
A los varones se les enseña que deben controlar sus emociones. El negar las emociones lleva a los varones a sufrir y no pueden expresar ese sufrimiento porque sería visto como una señal de debilidad y feminización. Lo femenino es rechazado y considerado como el peor enemigo que debe combatirse.
Lo que la sociedad plantea como normas, orden, recomendaciones para los varones es lo que hace a las masculinidades. Esto nos permite deducir que los varones son lo que la sociedad quiere que sean. Es decir, si vivimos en una sociedad patriarcal, donde prima la dominación masculina, evidentemente habrá un trato desigual hacia las mujeres y una subordinación a los hombres.
Por otra parte, Figueroa Perea insta a no limitar el análisis acerca de los hombres y las relaciones de poder desigual entre varones y mujeres y a tener en cuenta tres tipos de diferencias que caracterizan a los géneros; diferencias naturales que se originan por diferencias biológicas; los privilegios que emergen al nacer con sexo masculino y las diferencias que surgen en el desigual ejercicio de los derechos, que colocan en un lugar favorable a los varones.
El haber vivido situaciones específicas en la infancia y adolescencia que reflejan modelos de género diferentes al tradicional, por ejemplo, mantener una buena relación con una madre independiente que trabaja en el sector público, haber tenido padres no tradicionales, haberse rebelado ante un padre autoritario, haber asistido a un colegio mixto, entre otras, contribuyen a construir masculinidades no hegemónicas.
La naturalización de la violencia hacia las mujeres está tan arraigada que algunas mujeres justifican su uso en determinadas ocasiones como se señala en un estudio de la OMS (2005) y en una encuesta IMAGES. Es por ello que se vuelve imperativo deconstruir este mensaje permisivo a la sociedad para poder eliminar este fenómeno que afecta a millones de mujeres en el mundo. Dado que los hombres son generalmente los victimarios, es necesario poner la atención a ellos y trabajar con ellos para poder erradicar este grave problema social.
Se deben promover estrategias para erradicar la transmisión intergeneracional de normas sociales que perpetúan la violencia entre padres e hijos, formular programas y políticas de reducción de la violencia contra las mujeres de la mano con el género masculino, y educar a los hombres y niños sobre la deconstrucción de masculinidades hegemónicas y nuevos modelos de relacionamiento con el género femenino.
Si pretendemos construir un futuro de igualdad es necesario pensar en desarrollo de políticas de equidad de género en las que los hombres no sólo sean considerados como objetos de estudio y actores que forman parte del problema de la violencia contra las mujeres, sino donde ellos, como aliados, formen parte de la solución.

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