miércoles, 4 de octubre de 2017




¿La razón de la violencia? Que somos mujeres



Por Ascensión Marcelino Díaz
Publicado en la revista Murray Magazine





La maldad existe. Lo constato a diario porque ser indiferente al sufrimiento, a la injusticia, al dolor de millones de mujeres y de niñas, es carencia de bondad.  Por mis manos pasan cientos de jóvenes que aún piensan que la cultura justifica la barbarie, que los hombres y mujeres tienen diferentes cometidos en la vida y que ignoran que el Día Internacional Contra la Violencia hacia las Mujeres, que se celebra el 25 de noviembre, pretende visibilizar todo tipo de violencia hacia éstas: física, psicológica, sexual y simbólica.
Ignoran que violencia es casar a niñas con hombres adultos, que el acoso sexual en el trabajo o en cualquier otro ámbito, es también violencia. Que la violación es violencia. Que forzar sexualmente a la pareja, es violación. Que en España, cada siete minutos se viola a una mujer. Que la trata de mujeres y su prostitución  es violencia, que la mutilación genital es violencia. Que obligar a una mujer a que oculte  su rostro y su cuerpo para salir a la calle, es violencia. Que la lapidación es violencia.
Ignoran que la violencia hacia las mujeres es un atentado contra los derechos humanos  y que es consecuencia directa de la discriminación que sufren desde todos los ámbitos culturales, sociales y económicos, por la única razón de que son mujeres. Que tal discriminación es producto histórico del desarrollo de las sociedades patriarcales que son aquellas en las que los puestos claves de poder son ocupados mayoritariamente por varones.
Los datos están disponibles  para quienes se interesen por una pandemia que afecta al 70 por ciento de las mujeres del mundo. Como muestra: en la India, cada doce horas,  muere  una mujer quemada a manos de su marido.  En México, cuatro de cada diez mujeres mueren dentro del hogar por violencia de género y tres de cada diez en las calles. Las mujeres más vulnerables y susceptibles de ser violentadas: las separadas y divorciadas.
En Europa, los países del norte están a la cabeza de la violencia de género, siendo Finlandia, sí, han leído bien, Finlandia, el país con más violencia hacia las mujeres. El 50% de las mujeres finlandesas, suecas y alemanas ha sido víctima de la violencia por parte de los hombres en algún momento de su vida. En España, en diez años han sido asesinadas casi ochocientas mujeres por parte de sus parejas o exparejas.
¿Cómo hacer ver que el problema de la violencia hacia las mujeres es un problema estructural que afecta a toda la sociedad y que toda la ciudadanía debe luchar contra esta lacra? ¿qué la violencia debe erradicarse  tratándola desde todos  los ámbitos, fundamentalmente desde los   educativos y familiares porque son la prevención y la educación desde las primeras fases de la socialización de niñas y niños las que pueden evitar el sexismo y la posterior degradación social que produce la discriminación y la desigualdad? ¿Que los medios de comunicación deben también personarse en la causa porque aquí el sexismo acampa a sus anchas y las mismas perjudicadas lo aceptan como algo inevitable y natural?
Sé que soy afortunada. Soy mujer en España y en el siglo XXI. Puedo trabajar en una clase repleta de chicas y chicos, no tengo que taparme el rostro para salir a la calle, soy económicamente independiente, y no necesito de la firma de un hombre para comprarme una lavadora aunque a determinadas horas no pase por según que calles y de vez en cuando tenga que escuchar de boca de mujeres trabajadoras como yo, que su dinero lo manejan sus maridos, o que se sienten culpables por no estar en la cocina cuando sus hijas vuelven del colegio.
Pero no debo olvidar que, mientras escribo ésto sentada en mí confortable silla de escritorio, haymillones de mujeres en el mundo que están padeciendo una realidad que les niega el derecho a una vida digna, libre y justa. Mujeres y niñas que sufren los efectos de un sistema social que no las contempla como sujetos de derechos sino como objetos y propiedades de un padre, de un hijo, de un amo.
Como mujer y profesora intento luchar cada día con las únicas armas que conozco: el conocimiento, la palabra, el ejemplo y la educación. No soy una ingenua ni una heroína. Lucho desde la teoría y la práctica y a través de la experiencia diaria aprendo cada día nuevas maneras de enfrentarme a actitudes que connotan esa ideología que tantas veces provoca, directa o indirectamente, la violencia hacia las mujeres. Desde la ley del silencio hasta la provocación más tosca, pasando por chistes y alusiones que nos minusvaloran y ridiculizan. En esto, inevitablemente, soy jueza y parte. No puedo olvidar que soy mujer, y que nada que tenga que ver con las mujeres me es ajeno.
Sé que el trabajo no termina nunca pero mientras tenga fuerzas y me dejen, seguiré trabajando por aquello en lo que creo. ¿Demasiado idealista? Para nada.
Fotografía: the.mutator ©

Violencia machista: cuestión de(mala) educación

Por Ascensión Marcelino Díaz

Publicado en la revista Murray magazine 

   
machista
En 1999 la Asamblea general de la ONU declaró el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres. La fecha recuerda el asesinato de las hermanas Mirabal, tres activistas dominicanas conocidas como Las Tres Mariposas. Mis alumnas y alumnos me preguntan por ellas. Les cuento la historia. Les insto a que busquen información en Internet. Les hablo  también de que las mujeres son más pobres que los hombres y que  la mayor parte de la riqueza en el mundo está controlada por ellos.
Les digo que en el sistema patriarcal en el que vivimos, las mujeres ocupamos posiciones subalternas, de que los puestos más altos de las empresas, de las universidades, de los consejos de dirección, de la política, son ocupados por varones, de que las mujeres más admiradas y conocidas popularmente son aquellas quienes basan su poder alrededor de la sexualidad como objetos eróticos, de que la belleza parece ser una de las cualidades más demandadas en una mujer junto con su capacidad de ser cuidadora y procreadora frente a la cualidad más demandada en el varón, que es la inteligencia y su capacidad de liderazgo y de ser proveedor de recursos económicos para la familia. De lo que cansa verse siempre en las películas como sujetos pasivos, violadas y asesinadas por psicópatas, novias de gánsteres, brujas malvadas, esposas gruñonas, dulces y abnegadas novias, que limpian y planchan, hermanas y abuelas.
Les digo que los poderes masculinos se ejercen sobre las mujeres en la sociedad y en las instituciones políticas y sociales: gobiernos, ejércitos, iglesias, cofradías,  partidos políticos, mafias, clubs, sindicatos, y un largo etcétera. Les hablo de lo importante que es que las propias mujeres como  como madres, eduquen a sus hijas e hijos en igualdad. De que enseñen a sus hijas mediante el ejemplo a no tolerar situaciones que las rebajen y degraden. De enseñar a sus hijos que por el mero hecho de ser varones no son superiores a ninguna mujer.
Los discursos machistas entre la juventud están aumentando peligrosamente. Hace poco tuvimos noticias de ello a través de una encuesta realizada por el Instituto Andaluz de la Mujer. Como profesora de filosofía, los oigo en las aulas y les ayudo a desmontar los endebles pero persistentes pilares en los que se sustentan, fomentándoles el espíritu crítico confrontándolos a sus propias prácticas relacionales. La ley educativa promulgada y aprobada por el gobierno actual retira de la enseñanza obligatoria las materias de Educación para la ciudadanía y la Educación ético cívica.
Algunos alumnos y alumnas me dicen que no son necesarias, que la ética y educación cívica que deben aprender la tienen que aprender en sus casas, que para eso están sus padres. Vuelven al contexto de la socialización primaria para tratar temas como el maltrato animal, la violencia hacia las mujeres o la inmigración, lo que está bien o lo que está mal. Serán las familias las que eduquen cuando, paradójicamente, el origen de la violencia machista se encuentra en la familia patriarcal misma. Es una vuelta a atrás, una involución, un disparate.
 Pero la ciudadanía no sale a la calle, no protesta con la fuerza necesaria. Ni siquiera las personas que saben lo perjudicial que es ésto para la educación de la juventud es capaz de organizarse y protestar contra una ley que conduce a la desigualdad más flagrante. Sin contar con que parte de la ciudadanía acepta encantada una ley que vuelve a privilegiar a quienes poseen más capital económico, cultural y social. Lo acepta, como acepta las subidas desorbitadas del recibo de la luz, de los impuestos, del agua, los despidos masivos, los desahucios de ancianas o la corrupción de los políticos. Aunque no duda en salir a la calle para celebrar que su equipo de fútbol haya ganado un partido o para asistir al sepelio de una anciana grande de España cuya gran fortuna heredada ha sido a base de siglos de expolio y subyugación del pueblo andaluz.
A estas alturas de la película ¿qué podemos decir de la violencia machista que no se haya dicho ya hasta la saciedad? Nada. Todo sigue igual o peor.  En estos últimos días han sido asesinadas en España tres mujeres más, y ya van 51 en lo que va de año, si no me equivoco. No se habla de ellas en las tiendas de barrio, ni en el trabajo, apenas en las redes sociales, no sé si en la televisión porque confieso que sólo veo cine y series. Me pregunto por la causa de tanta indiferencia. ¿Acaso nos hemos acostumbrado a vivir en un estado injusto donde la violencia hacia las mujeres es aceptada como algo normal, natural, imposible de solucionar? Ahí está el peligro. De que lo aceptemos y renunciemos a luchar contra un sistema patriarcal que sigue funcionando y girando tranquilamente en torno a los fundamentos que permiten que en todas las sociedades del mundo, desde las más desarrolladas hasta las menos desarrolladas, infravaloren y discriminen a las mujeres de modo que la violencia, en todas sus formas, desde las más sutil hasta las más evidente, sea legitimada y justificada. Pero la violencia hacia las mujeres no es un problema de mujeres. La violencia machista es un problema de TODA LA SOCIEDAD.
¿Dónde estamos y qué hacemos para acabar con esta pandemia que ha matado ya más que el terrorismo? Necesitamos de una ciudadanía concienciada en la necesidad de acabar con la ideología patriarcal que sustenta la violencia hacia las mujeres Lo he dicho en artículos anteriores y no me cansaré de repetirlo. La educación es la clave y la llave. Las leyes castigan el maltrato. Se insta a la denuncia. Pero no se ataca la raíz del problema. La violencia machista debe prevenirse. Hay que legislar y educar.
El estudio sobre la violencia de género en Europa llevado a cabo por el Centro Reina Sofía en 2006  sitúa a España en el puesto 21 de una tabla de 28 países europeos. Somos un país de una tasa relativamente baja de feminicidios: 5,15 por millón de habitantes. En países como Finlandia, Austria, Alemania y Noruega la tasa de violencia contra las mujeres es mucho mayor. Así, según la Agencia de los Derechos fundamentales de la UE (FRA), en Europa, 1 de cada 3 (aproximadamente 62 millones de mujeres) han experimentado violencia físico y sexual en algún momento de su vida desde que tenían 15 años y el 5% (más de 9 millones) declara haber sido violadas.
Son las mujeres de los países nórdicos las que más han sufrido algún tipo de violencia de este tipo: un 52% de las danesas y un 47% de las finlandesas declaran haber sido víctimas en algún momento desde que cumplieron quince años. Este informe eleva a 102 millones de mujeres que han sufrido algún tipo de acoso sexual. Donde más tocamientos sin consentimiento, chistes o comentarios obscenos se producen en Europa es en Dinamarca y Suecia. También revela este estudio que España es el país con el porcentaje más alto de mujeres (83%) que han visto o escuchado campañas de sensibilización contra la violencia machista. Pero es que hay países donde las mujeres no han sido encuestadas sobre este asunto jamás, como Bulgaria, Hungría, Luxemburgo, Letonia o Eslovenia. Y todo esto sin salir de Europa.
La Ley Integral Contra la Violencia de Género no es suficiente, ni las campañas de denuncia, tampoco. Las raíces de este mal son muy profundas y son difíciles de cortar. Es preciso que todas las instituciones sociales cooperen, que las leyes se apliquen, que la protección a mujeres en riesgos de ser maltratadas sea de verdad, que se inviertan recursos en campañas de prevención, que se invierta dinero en EDUCACIÓN y de que la ciudadanía sea consciente de que la violencia hacia las mujeres, por sutil que sea, es INTOLERABLE.
Si luchamos desde todos los frentes, si de verdad se eleva la conciencia del problema a los niveles que este requiere, entonces quizá haya esperanza para una verdadera cura del mal. Pero mientras reine la indiferencia, mientras se piensa que es un mal menor, mientras se deje en manos de expertos y hagamos como si el asunto no fuera tan grave y no tuviera que ver con nosotras,  la violencia machistas seguirá cobrándose vidas.
Fuentes: Movimiento de Género y lainformacion.com.