Violencia machista: cuestión de(mala) educación
Por Ascensión Marcelino Díaz
Publicado en la revista Murray magazine
En 1999 la Asamblea general de la ONU declaró el 25 de noviembre como el
Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres.
La fecha recuerda el asesinato de las hermanas Mirabal, tres activistas
dominicanas conocidas como Las Tres Mariposas. Mis alumnas y alumnos me
preguntan por ellas. Les cuento la historia. Les insto a que busquen
información en Internet. Les hablo también de que las mujeres son más pobres que los hombres y que la mayor parte de la riqueza en el mundo está controlada por ellos.
Les digo que en el sistema patriarcal en el que vivimos, las mujeres ocupamos posiciones subalternas,
de que los puestos más altos de las empresas, de las universidades, de
los consejos de dirección, de la política, son ocupados por varones, de
que las mujeres más admiradas y conocidas popularmente son aquellas
quienes basan su poder alrededor de la sexualidad como objetos eróticos,
de que la belleza parece ser una de las cualidades más demandadas en
una mujer junto con su capacidad de ser cuidadora y procreadora frente a
la cualidad más demandada en el varón, que es la inteligencia y su
capacidad de liderazgo y de ser proveedor de recursos económicos para la
familia. De lo que cansa verse siempre en las películas como sujetos pasivos,
violadas y asesinadas por psicópatas, novias de gánsteres, brujas
malvadas, esposas gruñonas, dulces y abnegadas novias, que limpian y
planchan, hermanas y abuelas.
Les digo que los poderes masculinos se ejercen sobre las mujeres en la
sociedad y en las instituciones políticas y sociales: gobiernos,
ejércitos, iglesias, cofradías, partidos políticos, mafias, clubs,
sindicatos, y un largo etcétera. Les hablo de lo importante que es que
las propias mujeres como como madres, eduquen a sus hijas e hijos en igualdad.
De que enseñen a sus hijas mediante el ejemplo a no tolerar situaciones
que las rebajen y degraden. De enseñar a sus hijos que por el mero
hecho de ser varones no son superiores a ninguna mujer.
Los discursos machistas entre la juventud están aumentando
peligrosamente. Hace poco tuvimos noticias de ello a través de una
encuesta realizada por el Instituto Andaluz de la Mujer. Como profesora
de filosofía, los oigo en las aulas y les ayudo a desmontar los endebles
pero persistentes pilares en los que se sustentan, fomentándoles el
espíritu crítico confrontándolos a sus propias prácticas relacionales.
La ley educativa promulgada y aprobada por el gobierno actual retira de
la enseñanza obligatoria las materias de Educación para la ciudadanía y
la Educación ético cívica.
Algunos alumnos y alumnas me dicen que no son necesarias, que la ética y
educación cívica que deben aprender la tienen que aprender en sus
casas, que para eso están sus padres. Vuelven al contexto de la
socialización primaria para tratar temas como el maltrato animal, la
violencia hacia las mujeres o la inmigración, lo que está bien o lo que
está mal. Serán las familias las que eduquen cuando, paradójicamente, el
origen de la violencia machista se encuentra en la familia patriarcal
misma. Es una vuelta a atrás, una involución, un disparate.
Pero la ciudadanía no sale a la calle, no protesta con la fuerza
necesaria. Ni siquiera las personas que saben lo perjudicial que es ésto
para la educación de la juventud es capaz de organizarse y protestar
contra una ley que conduce a la desigualdad más flagrante. Sin contar
con que parte de la ciudadanía acepta encantada una ley que vuelve a
privilegiar a quienes poseen más capital económico, cultural y social.
Lo acepta, como acepta las subidas desorbitadas del recibo de la luz, de
los impuestos, del agua, los despidos masivos, los desahucios de
ancianas o la corrupción de los políticos. Aunque no duda en salir a la
calle para celebrar que su equipo de fútbol haya ganado un partido o
para asistir al sepelio de una anciana grande de España cuya gran
fortuna heredada ha sido a base de siglos de expolio y subyugación del
pueblo andaluz.
A estas alturas de la película ¿qué podemos decir de la violencia
machista que no se haya dicho ya hasta la saciedad? Nada. Todo sigue
igual o peor. En estos últimos días han sido asesinadas en España
tres mujeres más, y ya van 51 en lo que va de año, si no me equivoco.
No se habla de ellas en las tiendas de barrio, ni en el trabajo, apenas
en las redes sociales, no sé si en la televisión porque confieso que
sólo veo cine y series. Me pregunto por la causa de tanta indiferencia.
¿Acaso nos hemos acostumbrado a vivir en un estado injusto donde la violencia hacia las mujeres es aceptada como algo normal,
natural, imposible de solucionar? Ahí está el peligro. De que lo
aceptemos y renunciemos a luchar contra un sistema patriarcal que sigue
funcionando y girando tranquilamente en torno a los fundamentos que
permiten que en todas las sociedades del mundo, desde las más
desarrolladas hasta las menos desarrolladas, infravaloren y discriminen a
las mujeres de modo que la violencia, en todas sus formas, desde las
más sutil hasta las más evidente, sea legitimada y justificada. Pero la
violencia hacia las mujeres no es un problema de mujeres. La violencia
machista es un problema de TODA LA SOCIEDAD.
¿Dónde estamos y qué hacemos para acabar con esta pandemia que ha matado ya más que el terrorismo?
Necesitamos de una ciudadanía concienciada en la necesidad de acabar
con la ideología patriarcal que sustenta la violencia hacia las mujeres
Lo he dicho en artículos anteriores y no me cansaré de repetirlo. La
educación es la clave y la llave. Las leyes castigan el maltrato. Se
insta a la denuncia. Pero no se ataca la raíz del problema. La violencia
machista debe prevenirse. Hay que legislar y educar.
El estudio sobre la violencia de género en Europa llevado a cabo por el
Centro Reina Sofía en 2006 sitúa a España en el puesto 21 de una tabla
de 28 países europeos. Somos un país de una tasa relativamente baja de feminicidios:
5,15 por millón de habitantes. En países
como Finlandia, Austria, Alemania y Noruega la tasa de violencia contra
las mujeres es mucho mayor. Así, según la Agencia de los Derechos
fundamentales de la UE (FRA), en Europa, 1 de cada 3 (aproximadamente 62
millones de mujeres) han experimentado violencia físico y sexual en
algún momento de su vida desde que tenían 15 años y el 5% (más de 9
millones) declara haber sido violadas.
Son las mujeres de los países nórdicos las que más han sufrido algún
tipo de violencia de este tipo: un 52% de las danesas y un 47% de las
finlandesas declaran haber sido víctimas en algún momento desde que
cumplieron quince años. Este informe eleva a 102 millones de mujeres que han sufrido algún tipo de acoso sexual.
Donde más tocamientos sin consentimiento, chistes o comentarios
obscenos se producen en Europa es en Dinamarca y Suecia. También revela
este estudio que España es el país con el porcentaje más alto de mujeres
(83%) que han visto o escuchado campañas de sensibilización contra la
violencia machista. Pero es que hay países donde las mujeres no han sido
encuestadas sobre este asunto jamás, como Bulgaria, Hungría,
Luxemburgo, Letonia o Eslovenia. Y todo esto sin salir de Europa.
La Ley Integral Contra la Violencia de Género no es suficiente, ni las
campañas de denuncia, tampoco. Las raíces de este mal son muy profundas y
son difíciles de cortar. Es preciso que todas las instituciones
sociales cooperen, que las leyes se apliquen, que la protección a
mujeres en riesgos de ser maltratadas sea de verdad, que se inviertan
recursos en campañas de prevención, que se invierta dinero en EDUCACIÓN y de que la ciudadanía sea consciente de que la violencia hacia las mujeres, por sutil que sea, es INTOLERABLE.
Si luchamos desde todos los frentes, si de verdad se eleva la conciencia
del problema a los niveles que este requiere, entonces quizá haya
esperanza para una verdadera cura del mal. Pero mientras reine la
indiferencia, mientras se piensa que es un mal menor, mientras se deje
en manos de expertos y hagamos como si el asunto no fuera tan grave y no
tuviera que ver con nosotras, la violencia machistas seguirá
cobrándose vidas.
Fuentes: Movimiento de Género y lainformacion.com.
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