La maldad existe. Lo constato a diario porque ser indiferente al sufrimiento, a la injusticia, al dolor de millones de mujeres y de niñas, es carencia de bondad.  Por mis manos pasan cientos de jóvenes que aún piensan que la cultura justifica la barbarie, que los hombres y mujeres tienen diferentes cometidos en la vida y que ignoran que el Día Internacional Contra la Violencia hacia las Mujeres, que se celebra el 25 de noviembre, pretende visibilizar todo tipo de violencia hacia éstas: física, psicológica, sexual y simbólica.
Ignoran que violencia es casar a niñas con hombres adultos, que el acoso sexual en el trabajo o en cualquier otro ámbito, es también violencia. Que la violación es violencia. Que forzar sexualmente a la pareja, es violación. Que en España, cada siete minutos se viola a una mujer. Que la trata de mujeres y su prostitución  es violencia, que la mutilación genital es violencia. Que obligar a una mujer a que oculte  su rostro y su cuerpo para salir a la calle, es violencia. Que la lapidación es violencia.
Ignoran que la violencia hacia las mujeres es un atentado contra los derechos humanos  y que es consecuencia directa de la discriminación que sufren desde todos los ámbitos culturales, sociales y económicos, por la única razón de que son mujeres. Que tal discriminación es producto histórico del desarrollo de las sociedades patriarcales que son aquellas en las que los puestos claves de poder son ocupados mayoritariamente por varones.
Los datos están disponibles  para quienes se interesen por una pandemia que afecta al 70 por ciento de las mujeres del mundo. Como muestra: en la India, cada doce horas,  muere  una mujer quemada a manos de su marido.  En México, cuatro de cada diez mujeres mueren dentro del hogar por violencia de género y tres de cada diez en las calles. Las mujeres más vulnerables y susceptibles de ser violentadas: las separadas y divorciadas.
En Europa, los países del norte están a la cabeza de la violencia de género, siendo Finlandia, sí, han leído bien, Finlandia, el país con más violencia hacia las mujeres. El 50% de las mujeres finlandesas, suecas y alemanas ha sido víctima de la violencia por parte de los hombres en algún momento de su vida. En España, en diez años han sido asesinadas casi ochocientas mujeres por parte de sus parejas o exparejas.
¿Cómo hacer ver que el problema de la violencia hacia las mujeres es un problema estructural que afecta a toda la sociedad y que toda la ciudadanía debe luchar contra esta lacra? ¿qué la violencia debe erradicarse  tratándola desde todos  los ámbitos, fundamentalmente desde los   educativos y familiares porque son la prevención y la educación desde las primeras fases de la socialización de niñas y niños las que pueden evitar el sexismo y la posterior degradación social que produce la discriminación y la desigualdad? ¿Que los medios de comunicación deben también personarse en la causa porque aquí el sexismo acampa a sus anchas y las mismas perjudicadas lo aceptan como algo inevitable y natural?
Sé que soy afortunada. Soy mujer en España y en el siglo XXI. Puedo trabajar en una clase repleta de chicas y chicos, no tengo que taparme el rostro para salir a la calle, soy económicamente independiente, y no necesito de la firma de un hombre para comprarme una lavadora aunque a determinadas horas no pase por según que calles y de vez en cuando tenga que escuchar de boca de mujeres trabajadoras como yo, que su dinero lo manejan sus maridos, o que se sienten culpables por no estar en la cocina cuando sus hijas vuelven del colegio.
Pero no debo olvidar que, mientras escribo ésto sentada en mí confortable silla de escritorio, haymillones de mujeres en el mundo que están padeciendo una realidad que les niega el derecho a una vida digna, libre y justa. Mujeres y niñas que sufren los efectos de un sistema social que no las contempla como sujetos de derechos sino como objetos y propiedades de un padre, de un hijo, de un amo.
Como mujer y profesora intento luchar cada día con las únicas armas que conozco: el conocimiento, la palabra, el ejemplo y la educación. No soy una ingenua ni una heroína. Lucho desde la teoría y la práctica y a través de la experiencia diaria aprendo cada día nuevas maneras de enfrentarme a actitudes que connotan esa ideología que tantas veces provoca, directa o indirectamente, la violencia hacia las mujeres. Desde la ley del silencio hasta la provocación más tosca, pasando por chistes y alusiones que nos minusvaloran y ridiculizan. En esto, inevitablemente, soy jueza y parte. No puedo olvidar que soy mujer, y que nada que tenga que ver con las mujeres me es ajeno.
Sé que el trabajo no termina nunca pero mientras tenga fuerzas y me dejen, seguiré trabajando por aquello en lo que creo. ¿Demasiado idealista? Para nada.
Fotografía: the.mutator ©