miércoles, 28 de octubre de 2015

ARTÍCULO ¿Discrimina el lenguaje a las mujeres? Hacia la construcción del lenguaje inclusivo

ARTÍCULO

¿Discrimina el lenguaje a las mujeres?
Hacia la construcción del lenguaje inclusivo

BEATRIZ MÉNDEZ GUERRERO

Universitat de les Illes Balears.
bea_men_gue@hotmail.com

RESUMEN

El hecho de que las mujeres no tengan representación simbólica en la lengua contribuye a su invisibilidad. Así, un lenguaje no sexista es el que no oculta, no subordina, no infravalora y no excluye. Determinamos que las lenguas no son sexistas pero sí lo es la manera en la que se utilizan. Sin ir más lejos, el uso del masculino genérico contribuye a la discriminación de la mujer al considerar el género masculino como referente en situaciones en las que nos referimos a individuos de ambos sexos. Por esta razón, nos debemos encaminar hacia el lenguaje inclusivo en el que se reflejen todas las voces y no se ignore la figura femenina.
«Somos cada vez más numerosas las lingüistas que pensamos que a las mujeres se las discrimina lingüísticamente, tanto en la forma en que la lengua común y los usos lingüísticos cotidianos suelen tratarlas como en la manera en que se las enseña y aprenden a usar el lenguaje. Ambos procedimientos canalizan el mantenimiento de la dominación masculina y el ocultamiento de la participación de la mujer en la sociedad, así como la imposición de una imagen estereotipada, fuente de descalificaciones y aislamiento»
(Martín Rojo, L. 1996: 1).

Introducción


Es bien sabido que “lo que no se nombra no existe”, esta idea, trasladada al género, implica que el hecho de que las mujeres no tengan una representación simbólica en la lengua contribuye a su invisibilidad. De ahí la necesidad, a fin de lograr el objetivo de la igualdad entre sexos, de hacer un uso del lenguaje que represente a las mujeres y a los hombres y que nombre sus experiencias de forma equiparada. Un lenguaje no sexista es el que no oculta, no subordina, no infravalora y no excluye.  Queremos aclarar que las lenguas no son sexistas, pero sí lo es el uso que se hace de ellas. Entre los fenómenos en los que los lingüistas han encontrado con más frecuencia manifestaciones sexistas figuran: 
(1) El desequilibrio en las formas de tratamiento que señalan la falta de independencia que se atribuye a la mujer, así como las diferencias de status (términos que marcan el estado civil de la mujer como “señora”/”señorita”; uso frecuente del nombre de pila y sus diminutivos para la mujer, frente al uso del apellido para designar al varón).

(2) Fenómenos que imponen a la mujer una imagen descalificadora como duales aparentes (con distinto significado en masculino y en femenino: “un profesional” / “una profesional”); asociaciones estereotipadas (“mujeres listas o histéricas” frente a “hombres inteligentes o entrenados”); vacíos léxicos para referirse a ciertas cualidades y actividades, presentándose un problema cuando el referente es una mujer (“hombre de estado”; “caballerosidad”); insultos que atribuyen el universo de lo positivo al género masculino (“ser cojonudo” frente a “ser un coñazo”) y refranes sexistas.

(3) Fenómenos que ponen de manifiesto el arraigo de una visión masculina de la sociedad y de los factores sociales: ausencia de formas, femeninas en el léxico referido a oficios y profesiones. Así, habitualmente se recomienda no utilizar la denominación de un oficio en femenino con el pretexto de que podría confundirse a la mujer que lo practicase con un objeto, concepto, etc. De este modo, no es recomendable utilizar el femenino “música” porque es ambiguo y se podría confundir a una mujer que se dedica a esta profesión con el oficio en sí. Sin embargo, no se utiliza el mismo argumento cuando la situación se da con el género masculino, aunque también  puedan confundirse muchos oficios con objetos o atributos como “costurero”, “frutero”, “parador”, “sereno”, “demoledor”. En estos casos no se propone cambiar el uso del masculino por el femenino. Saltos semánticos que indican que los masculinos extensivos incluyen ambos géneros pero que no se interpretan, de hecho, como tales, produciéndose, en el mejor de los casos, equívocos y ambigüedades, y excluyendo a la mujer del discurso en numerosas ocasiones.

El masculino genérico


Para la RAE el uso del masculino genérico “tiene que ver simplemente con el principio básico de la economía lingüística”. Explica el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD) que “en la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva”. El DPD añade que “solo cuando la oposición de sexos es un factor relevante en el contexto, es necesaria la presencia explícita de ambos géneros.  De otro modo, la constante alusión explícita a ambos sexos hace el discurso prácticamente inmanejable”.

Por su parte, Bengoechea (en prensa, 2008) encuentra en este género gramatical otras funciones entre las que se encuentra la de invisibilizar a las mujeres, recordemos que “lo que no se nombra no existe”; convertir en androcéntricas no solo las lenguas sino también el propio pensamiento formulado por ellas, de hecho es habitual encontrar en la lengua el uso de expresiones como “le echó un par de huevos” para hacer referencia a “tuvo valor”; también le asigna la función de reforzar las relaciones de identidad y semejanza masculinas usando expresiones como “los españoles” o “los ciudadanos” para referirse a ambos sexos; y, por último, la de crear incertidumbre sobre si se está incluyendo a las mujeres en el mensaje, así, una trabajadora que aspira a un puesto de trabajo podría preguntarse si admitirán mujeres en una empresa que anuncia “se necesita jefe de sección”.

El lenguaje inclusivo


Habitualmente, el lenguaje en uso ha reflejado los valores sociales y culturales propios de cada país. En sociedades androcéntricas, como la nuestra, se ha ignorado tradicionalmente el discurso femenino, colocando al hombre, sus preocupaciones y sus puntos de vista en una posición central, es decir, estableciéndolo como norma. Asimismo, la enseñanza de la lengua en las escuelas ha contribuido a la difusión del lenguaje sexista. El empleo excesivo de los masculinos genéricos que, supuestamente, representan ambos sexos pero que en realidad extienden su alcance únicamente al masculino, ha propiciado el ocultamiento de las mujeres. Expresiones como “el hombre”, “los seres humanos”, “los padres”, “los niños”, etc. constituyen un ejemplo de ello. De ahí que propongamos la utilización de un lenguaje inclusivo en el que queden representados tanto mujeres como hombres.

No obstante, hay una creencia generalizada que apunta como principal marca del lenguaje inclusivo el uso reiterado de “los y las”. Así, se habla de “los niños y las niñas” y de “los estudiantes y las estudiantes”. Pero, ciertamente, el lenguaje inclusivo no se reduce a estas fórmulas expresivas, va más allá, de hecho, consideramos erróneo pensar que un texto deja de ser sexista únicamente porque incluya estas marcas constantemente. Si bien hacer evidentes en el texto la identidad de los géneros es un recurso válido y necesario, su aplicación debe realizarse siempre con medida, alternando diferentes estrategias textuales de transversalización, y, sobre todo, dentro de las normas gramaticales de nuestra lengua. En esta línea, y siguiendo el informe del Parlamento Europeo sobre el uso del lenguaje no sexista, proponemos:


• Utilización de sustantivos genéricos y colectivos: 
Ejemplo: «el interesado», «los andaluces», «los profesores».
Propuesta de cambio: «la persona interesada», «el pueblo andaluz», «el profesorado».

• Utilización de perífrasis:

Ejemplo: «los médicos». 
Propuesta: «las personas que ejercen la medicina».

• Utilización de construcciones metonímicas:

Ejemplo: «los directores», «el Presidente de la Comisión».
Propuesta: «la dirección», «la Presidencia de la Comisión».

• Utilización del imperativo:

Ejemplo: «El candidato debe enviar su currículum a la dirección indicada».
Propuesta: «Envíe su currículum a la dirección indicada».

• Utilización de la forma pasiva:

Ejemplo: «El solicitante debe presentar el formulario antes del día 15».
Propuesta: «El formulario debe ser presentado antes del día 15».

• Utilización de estructuras con «se» (impersonal o pasiva refleja).

Ejemplo: «El juez dictará sentencia».
Propuesta: «Se dictará sentencia judicial».

• Utilización de formas no personales del verbo: 

Ejemplo: «Es necesario que el usuario preste atención».
Propuesta: «Es necesario prestar atención».

• Utilización de determinantes sin marca de género u omisión del determinante en el caso de sustantivos de una sola terminación: 

Ejemplo: «Todos los miembros del comité recibirán la información por escrito».
Propuesta: «Cada miembro del comité recibirá la información por escrito».

Conclusiones


Nos preguntábamos al comenzar si el lenguaje discrimina a las mujeres. De hecho, este es uno de los principales interrogantes de los que pretenden dar cuenta algunos de los estudios de género más recientes. Por una parte, hemos hablado del uso del masculino genérico como tradicional recurso referido a ambos sexos y de cómo este mecanismo podía llevarnos a confusiones o a la invisibilidad de las mujeres. Y, por otra, hemos aludido a la necesidad de utilizar un lenguaje inclusivo en el que queden representados tanto mujeres como hombres. Pues bien, llegados a este punto, no nos queda más que añadir que cada vez somos más las que pensamos que en la sociedad actual, que aboga por la igualdad de género, no hay lugar para los usos lingüísticos que han servido tradicionalmente de obstáculo para el desarrollo de la mujer y que, por ello, debe recurrirse a recursos menos discriminadores.

Referencias bibliográficas
Bengoechea, M. (2008). Lo que esconde el uso del masculino genérico: razones de incomodidad femenina. Alcalá de Henares: Diario digital de la Universidad de Alcalá.
Martín Rojo, L. (1996). Lenguaje y género. Descripción y explicación de la diferencial. Revista Signos. Teoría y práctica de la educación, 16, 6-17.
Referencias normativas
Informe sobre el Lenguaje no sexista del Parlamento Europeo (Aprobado por decisión del Grupo de Alto Nivel sobre Igualdad de Género y Diversidad el 13 de febrero de 2008).

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